Nació en Sabaria, en Panonia
(Hungría) hacia el año 316. Es harto conocida la narración del episodio de San
Martín que, cabalgando envuelto en su amplio manto de guardia imperial,
encontró a un pobre que tiritaba de frío, con gesto generoso cortó su manto y
le dio la mitad al pobre. Por la noche, en sueños, vio a Jesús envuelto en la
mitad de su manto, sonriéndole agradecido. A los 18 años recibe el bautismo y,
tras un período de eremita, funda el monasterio de Ligugé y el de Marmoutier.
Posteriormente fue elegido obispo de Tours, donde revolucionó la diócesis
durante sus 27 años de vida episcopal con su amor hacia los pobres y
necesitados. Se le considera el primer santo no mártir con fiesta litúrgica.
Memoria de san Martín,
obispo, en el día de su sepultura. Nacido en Panonia de padres gentiles, siendo
soldado en las Galias y aún catecúmeno, cubrió con su manto a Cristo en la
persona de un pobre, y luego, recibido el bautismo, dejó las armas e hizo vida
monástica en un cenobio fundado por él mismo en Ligugé, bajo la dirección de
san Hilario de Poitiers. Después, ordenado sacerdote y elegido obispo de Tours,
teniendo ante sus ojos el ejemplo del buen pastor, fundó en distintos pueblos
otros monasterios y parroquias, adoctrinó y reconcilió al clero y evangelizó a
los campesinos, hasta que fue al encuentro del Señor en Candes.
San Martín es un gran santo
queridísimo para los franceses, y muy popular en todo el mundo.
Nació en Hungría, pero sus padres
se fueron a vivir a Italia. Era hijo de un veterano del ejército y a los 15
años ya vestía el uniforme militar.
Durante más de 15 siglos ha sido
recordado nuestro santo por el hecho que le sucedió siendo joven y estando de
militar en Amiens (Francia). Un día de invierno muy frío se encontró por el
camino con un pobre hombre que estaba tiritando de frío y a medio vestir.
Martín, como no llevaba nada más para regalarle, sacó la espada y dividió en
dos partes su manto, y le dio la mitad al pobre. Esa noche vio en sueños que
Jesucristo se le presentaba vestido con el medio manto que él había regalado al
pobre y oyó que le decía: "Martín, hoy me cubriste con tu manto".
Sulpicio Severo, discípulo y
biógrafo del santo, cuenta que tan pronto Martín tuvo esta visión se hizo
bautizar (era catecúmeno, o sea estaba preparándose para el bautismo). Luego se
presentó a su general que estaba repartiendo regalos a los militares y le dijo:
"Hasta ahora te he servido como soldado. Déjame de ahora en adelante
servir a Jesucristo propagando su santa religión". El general quiso darle
varios premios pero él le dijo: "Estos regalos repártelos entre los que
van a seguir luchando en tu ejército. Yo me voy a luchar en el ejército de
Jesucristo, y mis premios serán espirituales".
En seguida se fue a Poitiers
donde era obispo el gran sabio San Hilario, el cual lo recibió como discípulo y
se encargó de instruirlo.
Como Martín sentía un gran deseo
de dedicarse a la oración y a la meditación, San Hilario le cedió unas tierras
en sitio solitario y allá fue con varios amigos, y fundó el primer convento o
monasterio que hubo en Francia. En esa soledad estuvo diez años dedicado a
orar, a hacer sacrificios y a estudiar las Sagradas Escrituras. Los habitantes
de los alrededores consiguieron por sus oraciones y bendiciones, muchas
curaciones y varios prodigios. Cuando después le preguntaban qué profesiones había
ejercido respondía: "fui soldado por obligación y por deber, y monje por
inclinación y para salvar mi alma".
Un día en el año 371 fue invitado
a Tours con el pretexto de que lo necesitaba un enfermo grave, pero era que el
pueblo quería elegirlo obispo. Apenas estuvo en la catedral toda la multitud lo
aclamó como obispo de Tours, y por más que él se declarara indigno de recibir
ese cargo, lo obligaron a aceptar.
En Tours fundó otro convento y
pronto tenía ya 80 mojes. Y los milagros, la predicación, y la piedad del nuevo
obispo hicieron desaparecer prontamente el paganismo de esa región, y las
conversiones al cristianismo eran de todos los días. A los primeros que
convirtió fue a su madre y a sus hermanos que eran paganos.
Un día un antiguo compañero de
armas lo criticó diciéndole que era un cobarde por haberse retirado del
ejército. Él le contestó: "Con la espada podía vencer a los enemigos
materiales. Con la cruz estoy derrotando a los enemigos espirituales".
Recorrió todo el territorio de su
diócesis dejando en cada pueblo un sacerdote. Él fue fundador de las parroquias
rurales en Francia.
Dice su biógrafo y discípulo, que
la gente se admiraba al ver a Martín siempre de buen genio, alegre y amable.
Que en su trato empleaba la más exquisita bondad con todos.
Un día en un banquete San Martín
tuvo que ofrecer una copa de vino, y la pasó primero a un sacerdote y después
sí al emperador, que estaba allí a su lado. Y explicó el por qué: "Es que
el emperador tiene potestad sobre lo material, pero al sacerdote Dios le
concedió la potestad sobre lo espiritual". Al emperador le agradó aquella
explicación.
En los 27 años que fue obispo se
ganó el cariño de todo su pueblo, y su caridad era inagotable con los
necesitados. Los únicos que no lo querían eran ciertos tipos que querían vivir
en paz con sus vicios, pero el santo no los dejaba. De uno de ellos, que
inventaba toda clase de cuentos contra San Martín, porque éste le criticaba sus
malas costumbres, dijo el santo cuando le aconsejaron que lo debía hacer
castigar: "Si Cristo soportó a Judas, ¿por qué no he de soportar yo a este
que me traiciona?".
Con varios empleados oficiales
tuvo fuertes discusiones, porque en ese tiempo se acostumbraba torturar a los
prisioneros para que declararan sus delitos. Nuestro santo se oponía totalmente
a esto, y aunque por ello se ganó la enemistad de altos funcionarios, no
permitía la tortura.
Supo por revelación cuándo le iba
a llegar la muerte y comunicó la noticia a sus numerosos discípulos. Estos se
reunieron junto a su lecho de enfermo y le suplicaban llorando: "¿Te
alejas padre de nosotros, y nos dejas huérfanos y solos y desamparados?".
El santo respondió con una frase que se ha hecho famosa: "Señor, si en
algo puedo ser útil todavía, no rehusó ni rechazo cualquier trabajo y ocupación
que me quieras mandar".
Pero Dios vio que ya había
trabajado y sufrido bastante y se lo llevó a que recibiera en el cielo el
premio por sus grandes labores en la tierra.
El medio manto de San Martín (el
que cortó con la espada para dar al pobre) fue guardado en una urna y se le
construyó un pequeño santuario para guardar esa reliquia. Como en latín para
decir "medio manto" se dice "capilla", la gente decía:
"Vamos a orar donde está la capilla". Y de ahí viene el nombre de
capilla, que se da a los pequeños salones que se hacen para orar.
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